Ya sabía yo que lo de Curro iba a quedar claro. Ángel Guerrero Eguíluz aduce que se trata de la apócope de Pacurro. Suena bien. En cambio, me parece inverosímil la presunción de que Curro viene de Curia Romana, según señala Vicente Sabater Garcerán. ¿Qué diría de saberlo, Curro Romero?
J. de la Fuente aporta un curioso hipocorístico de su ambiente familiar: Tucho. El original es Hipólito, que por aféresis pasó a ser Lito, y de ahí Litucho. Al final se quedó en Tucho. Todavía hay otro Hipólito, primo del primero, que derivó en Tuchete y finalmente en Chete. Mas rebuscado es el hipocorístico de la abuela de nuestro comunicante: Ascamina. Su nombre original era Francisca, de forma cariñosa "Francisca mía" y, de ahí, Ascamina. La colección de nombres propios más o menos extravagantes o divertidos no tiene fin. Rafael Moras (San Antonio, Tejas, USA), relata uno de esos nombres que se dan en México: Masiosare. El origen está en uno de los versos del himno nacional mexicano: "Mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa, Patria Querida, que el Cielo un soldado en casa hijo te dio". Es lógico que para muchos mexicanos ese arcaísmo de "más si osare" suene como una sola palabra enaltecida. Lo más curioso ─ añade don Rafael ─ es que masiosare aparece también como un nombre común, una palabra despectiva para etiquetar a los adversarios políticos. Agustín Fuentes proporciona algunos nombres propios extravagantes, además de Cojoncio, que así se llama un amigo de la familia.
Burgondonoforina, Clodia, Marciana, Amilana, Satorio, Felicísimo, Alipio, Celedonio, Crescencio, Faleonisiris, Baldomero o Teófilo. Don Agustín certifica que son todos nombres de personas que él conoce. Propone don Agustín que recojamos también apodos. Por ejemplo, "El Estreñido". Así pasó a la pequeña historia familiar un jovencito que intentó cortejar a una señorita. Esta le dio calabazas. Para desilusionarse, se imaginó al pretendiente haciendo los esfuerzos pertinentes en un estreñimiento agudo. Así cristalizó el apodo. Por si sirve de ánimo a los libertarios, diré que el apodo de mi abuelo paterno era "El Cuco". Como es sabido, el cuco es el pájaro que pone los huevos en el nido de otro. Supongo que yo habré heredado el apodo. Manuel González acaba de leer mi libro El espíritu de Sancho Panza, que trata de los refranes. Comenta don Manuel que el espíritu de Sancho Panza no era solo el de ensartar refranes sino motes. En la misma línea don Manuel me aporta algunos motes o apodos ingeniosos de algunos personajes que él ha conocido.
Xa comín, un cartero que repartía el correo a la hora de comer. A la pregunta de si gustaba, el cartero respondía "Gracias, ya comí". Todavía hoy sus nietos son "os xacomines". Un vecino de un pueblo levantino era conocido como "Amargo dolor", porque así empezaba el estribillo que cantaba en las procesiones de la Virgen Dolorosa. En una provincia insular, un vecino apellidado Duro Duro pasó a llamarse "Diez Pesetas". Un lugareño gallego, conocido por llegar tarde a todas partes, recibió el mote de "O tren d’as nove". Naturalmente, ese tren llegaba siempre con retraso.
J. de la Fuente aporta un curioso hipocorístico de su ambiente familiar: Tucho. El original es Hipólito, que por aféresis pasó a ser Lito, y de ahí Litucho. Al final se quedó en Tucho. Todavía hay otro Hipólito, primo del primero, que derivó en Tuchete y finalmente en Chete. Mas rebuscado es el hipocorístico de la abuela de nuestro comunicante: Ascamina. Su nombre original era Francisca, de forma cariñosa "Francisca mía" y, de ahí, Ascamina. La colección de nombres propios más o menos extravagantes o divertidos no tiene fin. Rafael Moras (San Antonio, Tejas, USA), relata uno de esos nombres que se dan en México: Masiosare. El origen está en uno de los versos del himno nacional mexicano: "Mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa, Patria Querida, que el Cielo un soldado en casa hijo te dio". Es lógico que para muchos mexicanos ese arcaísmo de "más si osare" suene como una sola palabra enaltecida. Lo más curioso ─ añade don Rafael ─ es que masiosare aparece también como un nombre común, una palabra despectiva para etiquetar a los adversarios políticos. Agustín Fuentes proporciona algunos nombres propios extravagantes, además de Cojoncio, que así se llama un amigo de la familia.
Burgondonoforina, Clodia, Marciana, Amilana, Satorio, Felicísimo, Alipio, Celedonio, Crescencio, Faleonisiris, Baldomero o Teófilo. Don Agustín certifica que son todos nombres de personas que él conoce. Propone don Agustín que recojamos también apodos. Por ejemplo, "El Estreñido". Así pasó a la pequeña historia familiar un jovencito que intentó cortejar a una señorita. Esta le dio calabazas. Para desilusionarse, se imaginó al pretendiente haciendo los esfuerzos pertinentes en un estreñimiento agudo. Así cristalizó el apodo. Por si sirve de ánimo a los libertarios, diré que el apodo de mi abuelo paterno era "El Cuco". Como es sabido, el cuco es el pájaro que pone los huevos en el nido de otro. Supongo que yo habré heredado el apodo. Manuel González acaba de leer mi libro El espíritu de Sancho Panza, que trata de los refranes. Comenta don Manuel que el espíritu de Sancho Panza no era solo el de ensartar refranes sino motes. En la misma línea don Manuel me aporta algunos motes o apodos ingeniosos de algunos personajes que él ha conocido.
Xa comín, un cartero que repartía el correo a la hora de comer. A la pregunta de si gustaba, el cartero respondía "Gracias, ya comí". Todavía hoy sus nietos son "os xacomines". Un vecino de un pueblo levantino era conocido como "Amargo dolor", porque así empezaba el estribillo que cantaba en las procesiones de la Virgen Dolorosa. En una provincia insular, un vecino apellidado Duro Duro pasó a llamarse "Diez Pesetas". Un lugareño gallego, conocido por llegar tarde a todas partes, recibió el mote de "O tren d’as nove". Naturalmente, ese tren llegaba siempre con retraso.
Jaime García - Pelayo y Gross, malagueño, Licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales e Ingeniero Técnico de Obras Públicas, da cuenta de un señor de Jerez de la Frontera que se apellidaba Abollado de Asco. Había también un tal Francisco García Cojones que intentó alterar el apellido y llegó con su pretensión hasta el mismísimo general Franco. Ante la pregunta de cómo le gustaría llamarse, respondió: "Excelencia, si no le importa, me gustaría llamarme Francisco Grandes Cojones".
Ignacio Garijo Pérez interviene en la cuestión de los lemas o los escudos de los apellidos. Su opinión profesional es que los apellidos como tales no tienen lemas ni escudos. Son los linajes, esto es, las personas eminentes emparentadas entre sí, quienes ostentan escudos o lemas.
Amando de Miguel. (Enviado por Jaime).
Ignacio Garijo Pérez interviene en la cuestión de los lemas o los escudos de los apellidos. Su opinión profesional es que los apellidos como tales no tienen lemas ni escudos. Son los linajes, esto es, las personas eminentes emparentadas entre sí, quienes ostentan escudos o lemas.
Amando de Miguel. (Enviado por Jaime).