Nahariya resiste bajo tierra el ataque de Hizbulá. Impresiones de una corresponsal, sobre el terreno.-
Nahariya Guía turística del norte de Israel: la ruta por la costa mediterránea. En sus páginas se puede leer: «una vez haya pasado la ciudad portuaria de Akko (Acre) continúe por la carretera Nacional 65 hacia Nahariya -una turística ciudad costera con autentico sabor europeo-. Las atracciones de la ciudad incluyen un parque recreativo, un tren turístico que recorre el paseo marítimo y paseos en carros de caballos». A las 11:15 horas subimos al minibús que nos espera en la puerta del hotel para llevarnos a Nahariya. Los turistas son periodistas, el guía un representante de la oficina del Ministerio de Exteriores y la visita no incluye ninguna de las atracciones. Nuestro guía se presenta y nos pide disculpas por el retraso de un cuarto de hora. «Un katyusha ha caído en la carretera y el autobús se ha tenido que desviar de su ruta», explica por el micrófono Alon Simhayoff.
A continuación nos reparte una carpeta con información sobre la visita. Guerra en el Norte, que incluye un mapa de la zona con las ciudades atacadas por Hizbulá, un diagrama de barras con el numero de cohetes Katyusha que han caído durante los últimos 13 días (un total de 1.083) y una tabla dividida en celdas con el número de muertos (17) y de heridos -graves y leves- que suman 365.
Empieza el viaje. Nos desviamos de la Carretera Nacional 65 -que está cortada al tráfico porque ha caído un misil- y tomamos una carretera secundaria. La primera parada es la oficina central de la Policía Nacional de Nahariya para recoger a un portavoz de las fuerzas de seguridad locales que nos acompañará durante la visita. Calles desiertas. Bajamos del minibús y caminamos por las calles totalmente desiertas hasta una de las muchas viviendas bombardeadas. En esta ciudad mediterránea de 67.000 habitantes han caído 260 cohetes en menos de una semana y 60 personas han resultado heridas de gravedad. Nahariya, junto con Haifa, son las localidades del norte más atacadas por la milicia chií libanesa.
El sesenta por ciento de la población se ha marchado y el otro cuarenta vive aterrorizado, encerrado en los sótanos de seguridad o en los refugios antimisiles. Miky Rosenfield, el portavoz de la Policía Nacional que nos acompaña en este recorrido, nos explica que los ciudadanos salen desde las 6:00 a las 8:00 horas para hacer las compras esenciales de alimentos y después regresan a los refugios de las casas. Durante esas dos horas sólo les está permitido abrir a los supermercados de barrio. Después, las calles vuelven a quedar desiertas y patrulladas por los coches de la Policía. «Las medidas son extremas», manifiesta Rosenfield, pero «no podemos dejar que nadie esté en la calle porque es muy peligroso».
Protección civil. La unidad de Protección Civil visita diariamente a los vecinos en los refugios y les administra algo de agua y comida. Me separo del grupo de periodistas entregados a sus cámaras de vídeo y fotografía para observar la imagen dantesca y fantasmagórica de la ciudad. Hasta el tiempo y el aire se han detenido en Nahariya. De repente, un gato despistado cruza la calle y desaparece rápidamente por detrás de la verja de una casa. Seguimos caminando y asimilando el horror de vivir bajo tierra. Lo imaginado: la zona comercial está devastada. Una frutería abandonada muestra el género podrido y quemado en la calle. Después de este cuadro de desolación y terror subimos al minibús y nos dirigimos al hospital Galilea Norte -que cubre la región noroeste del país- para seguir digiriendo la tragedia.
Ethel Bonet.
Nahariya Guía turística del norte de Israel: la ruta por la costa mediterránea. En sus páginas se puede leer: «una vez haya pasado la ciudad portuaria de Akko (Acre) continúe por la carretera Nacional 65 hacia Nahariya -una turística ciudad costera con autentico sabor europeo-. Las atracciones de la ciudad incluyen un parque recreativo, un tren turístico que recorre el paseo marítimo y paseos en carros de caballos». A las 11:15 horas subimos al minibús que nos espera en la puerta del hotel para llevarnos a Nahariya. Los turistas son periodistas, el guía un representante de la oficina del Ministerio de Exteriores y la visita no incluye ninguna de las atracciones. Nuestro guía se presenta y nos pide disculpas por el retraso de un cuarto de hora. «Un katyusha ha caído en la carretera y el autobús se ha tenido que desviar de su ruta», explica por el micrófono Alon Simhayoff.
A continuación nos reparte una carpeta con información sobre la visita. Guerra en el Norte, que incluye un mapa de la zona con las ciudades atacadas por Hizbulá, un diagrama de barras con el numero de cohetes Katyusha que han caído durante los últimos 13 días (un total de 1.083) y una tabla dividida en celdas con el número de muertos (17) y de heridos -graves y leves- que suman 365.
Empieza el viaje. Nos desviamos de la Carretera Nacional 65 -que está cortada al tráfico porque ha caído un misil- y tomamos una carretera secundaria. La primera parada es la oficina central de la Policía Nacional de Nahariya para recoger a un portavoz de las fuerzas de seguridad locales que nos acompañará durante la visita. Calles desiertas. Bajamos del minibús y caminamos por las calles totalmente desiertas hasta una de las muchas viviendas bombardeadas. En esta ciudad mediterránea de 67.000 habitantes han caído 260 cohetes en menos de una semana y 60 personas han resultado heridas de gravedad. Nahariya, junto con Haifa, son las localidades del norte más atacadas por la milicia chií libanesa.
El sesenta por ciento de la población se ha marchado y el otro cuarenta vive aterrorizado, encerrado en los sótanos de seguridad o en los refugios antimisiles. Miky Rosenfield, el portavoz de la Policía Nacional que nos acompaña en este recorrido, nos explica que los ciudadanos salen desde las 6:00 a las 8:00 horas para hacer las compras esenciales de alimentos y después regresan a los refugios de las casas. Durante esas dos horas sólo les está permitido abrir a los supermercados de barrio. Después, las calles vuelven a quedar desiertas y patrulladas por los coches de la Policía. «Las medidas son extremas», manifiesta Rosenfield, pero «no podemos dejar que nadie esté en la calle porque es muy peligroso».
Protección civil. La unidad de Protección Civil visita diariamente a los vecinos en los refugios y les administra algo de agua y comida. Me separo del grupo de periodistas entregados a sus cámaras de vídeo y fotografía para observar la imagen dantesca y fantasmagórica de la ciudad. Hasta el tiempo y el aire se han detenido en Nahariya. De repente, un gato despistado cruza la calle y desaparece rápidamente por detrás de la verja de una casa. Seguimos caminando y asimilando el horror de vivir bajo tierra. Lo imaginado: la zona comercial está devastada. Una frutería abandonada muestra el género podrido y quemado en la calle. Después de este cuadro de desolación y terror subimos al minibús y nos dirigimos al hospital Galilea Norte -que cubre la región noroeste del país- para seguir digiriendo la tragedia.
Ethel Bonet.
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