ACERCA DE MENTIRAS Y DIMISIONES.
La información publicada por el diario proetarra Gara no es en absoluto sorprendente o nueva, pese a que algunos finjan lo contrario. Durante los últimos meses y años, varios medios de comunicación han destapado los lugares y las fechas en que los enviados de Zapatero se han reunido en secreto con los terroristas etarras. Lo que está haciendo estos días ETA es vengarse del Gobierno por no ir todo lo deprisa que dijo que iría, humillando con las filtraciones al Estado de Derecho. En relación con los tratos con ETA, la cosa es ya insostenible. Al principio los negaron, y acusaron a los demás de mentir, calumniar y no aceptar los resultados del 14-M. Después, con la tregua de ETA, les dio exactamente igual, y borrachos de paz ni siquiera se vieron en la obligación de justificar sus mentiras. Después ETA volvió a matar, y volvieron a decir que ellos con ETA nada de nada, que era una campaña maliciosa del PP. Hoy ETA está marcando la política antiterrorista del Gobierno con declaraciones, filtraciones y entrevistas que, ante un Gobierno paralizado, reabre la cuestión de sus mentiras. Cuando los diálogos entre el PSOE y ETA iban ya avanzados, Zapatero, De la Vega, López Aguilar o Rubalcaba negaron las noticias y acusaron a los demás de mentir. Hoy ya ni siquiera los medios más afines niegan que el Gobierno ocultara y mintiera sobre sus tratos con ETA. Al final, las mentiras han conseguido una unanimidad entre unos y otros que eleva el problema más allá de la política antiterrorista a un problema nacional; ¿es posible elevar la mentira a categoría institucional? ¿Es posible la normalidad política y social en un país cuando el presidente del Gobierno y varios de sus ministros han sido pillados mintiendo repetidamente sobre sus reuniones secretas con ETA? Una confianza mínima en las instituciones es imprescindible para el funcionamiento social, económico o diplomático de un país; ¿dónde queda la confianza cuando el Gobierno negocia con los asesinos de casi mil españoles y miente al respecto? En este punto, o la nación pasa por alto el hecho de que el Gobierno lleva años mintiéndole acerca de ETA o exige las responsabilidades pertinentes a sus gobernantes. ¿Alguien se imagina un escándalo semejante en Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia? Que nadie dude que, en cualquiera de estos países, el presidente del Gobierno se hubiera visto obligado a dimitir, y quien sabe si a responder ante la justicia. España se encuentra hoy en el punto de no retorno entre afrontar el hecho descarnado de que su Gobierno miente respecto a su relación con ETA u olvidarse del asunto y aceptar la mentira de sus gobernantes como algo aceptable. Entre dotarse a sí misma del orgullo constitucional de las naciones que nos rodean o aceptar la disolución moral y política de un régimen cuya defensa le ha costado casi mil muertos. Corto Zapatero no sólo ha acabado con la política antiterrorista del Estado, oxigenado a la banda y condenado a los concejales constitucionalistas vascos para los próximos cuatro años. Además, todo lo ha hecho mintiendo. Los efectos de su peculiar relación con ETA están ya traspasando los límites de la seguridad, y afectando gravemente a la estabilidad institucional y la confianza de sus ciudadanos en unos gobernantes que, simplemente, les mienten acerca de su relación con los asesinos de mil compatriotas. Tras las mentiras, parece la hora de las dimisiones, es decir, de la democracia.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
La información publicada por el diario proetarra Gara no es en absoluto sorprendente o nueva, pese a que algunos finjan lo contrario. Durante los últimos meses y años, varios medios de comunicación han destapado los lugares y las fechas en que los enviados de Zapatero se han reunido en secreto con los terroristas etarras. Lo que está haciendo estos días ETA es vengarse del Gobierno por no ir todo lo deprisa que dijo que iría, humillando con las filtraciones al Estado de Derecho. En relación con los tratos con ETA, la cosa es ya insostenible. Al principio los negaron, y acusaron a los demás de mentir, calumniar y no aceptar los resultados del 14-M. Después, con la tregua de ETA, les dio exactamente igual, y borrachos de paz ni siquiera se vieron en la obligación de justificar sus mentiras. Después ETA volvió a matar, y volvieron a decir que ellos con ETA nada de nada, que era una campaña maliciosa del PP. Hoy ETA está marcando la política antiterrorista del Gobierno con declaraciones, filtraciones y entrevistas que, ante un Gobierno paralizado, reabre la cuestión de sus mentiras. Cuando los diálogos entre el PSOE y ETA iban ya avanzados, Zapatero, De la Vega, López Aguilar o Rubalcaba negaron las noticias y acusaron a los demás de mentir. Hoy ya ni siquiera los medios más afines niegan que el Gobierno ocultara y mintiera sobre sus tratos con ETA. Al final, las mentiras han conseguido una unanimidad entre unos y otros que eleva el problema más allá de la política antiterrorista a un problema nacional; ¿es posible elevar la mentira a categoría institucional? ¿Es posible la normalidad política y social en un país cuando el presidente del Gobierno y varios de sus ministros han sido pillados mintiendo repetidamente sobre sus reuniones secretas con ETA? Una confianza mínima en las instituciones es imprescindible para el funcionamiento social, económico o diplomático de un país; ¿dónde queda la confianza cuando el Gobierno negocia con los asesinos de casi mil españoles y miente al respecto? En este punto, o la nación pasa por alto el hecho de que el Gobierno lleva años mintiéndole acerca de ETA o exige las responsabilidades pertinentes a sus gobernantes. ¿Alguien se imagina un escándalo semejante en Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia? Que nadie dude que, en cualquiera de estos países, el presidente del Gobierno se hubiera visto obligado a dimitir, y quien sabe si a responder ante la justicia. España se encuentra hoy en el punto de no retorno entre afrontar el hecho descarnado de que su Gobierno miente respecto a su relación con ETA u olvidarse del asunto y aceptar la mentira de sus gobernantes como algo aceptable. Entre dotarse a sí misma del orgullo constitucional de las naciones que nos rodean o aceptar la disolución moral y política de un régimen cuya defensa le ha costado casi mil muertos. Corto Zapatero no sólo ha acabado con la política antiterrorista del Estado, oxigenado a la banda y condenado a los concejales constitucionalistas vascos para los próximos cuatro años. Además, todo lo ha hecho mintiendo. Los efectos de su peculiar relación con ETA están ya traspasando los límites de la seguridad, y afectando gravemente a la estabilidad institucional y la confianza de sus ciudadanos en unos gobernantes que, simplemente, les mienten acerca de su relación con los asesinos de mil compatriotas. Tras las mentiras, parece la hora de las dimisiones, es decir, de la democracia.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
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